Estamos fuera de la final del Bocuse d'Or. Tan solo una wild card de la organización puede llevar a Alberto Moreno a competir el próximo mes de enero en Lyon. Como en anteriores ediciones, el Bocuse d'Or Europe deparó un muy discreto resultado para el chef español, relegándolo a la posición 16 de 20.
Toca pues hacer balance. Para empezar, queda demostrado que el camino por delante es duro y largo si se quiere que nuestro país se deje ver en los puestos delanteros del que es, para bien y para mal, el principal concurso cocinero internacional.
Sería fácil (y equivocado) volver a agitar la bandera de la incomprensión o de la envidia de la cocina francesa frente al boom que ha supuesto la cocina española. En el mismo escenario (Lyon), España se ha llevado dos veces el Campeonato de Catering. Admitámoslo, no es que el Bocuse d'Or no quiera entrar a valorar la efervescencia creativa de la cocina española. El problema es que el concurso pide una cosa y España (y muchísimos otros países) no puede sino ofrecer otra, ya sea por ausencia de recursos o por falta de la necesaria preparación.
En una charla que tuvimos con el ganador Rasmus Kofoed, en la actualidad parte del jurado, nos comentaba que la clave no se encontraba tan solo en el sabor. El jurado sabe bien que los participantes llevan dos años preparándose sin descanso para elaborar dos platos con sus guarniciones. Y esperan por tanto una excepcional complejidad técnica y estética rodeada de una gran pulcritud en todos los detalles. Por eso, no son pocas las voces que señalan que más que un concurso de cocina, el Bocuse d'Or pasa por ser un concurso que requiere de una precisión muy cercana a la pastelería.
Para alcanzar estos requisitos se precisa no solo talento sino también tiempo, asesoramiento y dinero. Este año, al fin, se ha solventado el tema económico y nuestro candidato se ha visto respaldado por importantes figuras nacionales de la cocina. Su presentación no sufrió de imprevistos, lo que denota que hubo un excelente trabajo previo. ¿Qué falta entonces?
Tras valorar de forma muy positiva la experiencia adquirida en la final europea, Alberto Moreno señala que hay que seguir aprendiendo hasta dar con la clave de aquello que los jurados piden. También reconoce que el tiempo para prepararse ha sido justo. Está claro que con cuatro meses de preparación no se puede competir en igualdad de condiciones contra un año o incluso más de preparación exclusiva que dedican los chefs nórdicos. A más preparación, mayor complejidad, mayor espectacularidad y mejores resultados.
El trabajo y mentalidad de Alberto Moreno ha ido en la buena línea. Toca perseverar y anotar dónde se debe mejorar, y trabajar desde ya para acudir con garantías a la próxima eliminatoria europea, prevista para 2016 en Budapest. La cocina española bien se lo merece.
¡No os perdáis el amplio álbum fotográfico que hemos publicado con los platos de los ganadores y de España!