Sin duda, uno de los grandes atractivos de la Escuela Sant Ignasi de Barcelona es su curso anual de Alta Cocina, acotado para un máximo de 16 personas y que permite a los alumnos ahondar en los procesos creativos y afinarse aún más como profesional. El curso arranca con un periodo de formación en el centro que se alarga de octubre a febrero. Es entonces cuando, por primera vez, los alumnos se enfrentan al reto de realizar durante unas semanas un menú gastronómico que se sirve a comensales auténticos que se acercan al restaurante de la escuela.
Se trata de un menú de gran interés para tomar el pulso a las generaciones de chefs que van surgiendo. ¿Qué les llama la atención? ¿Cuáles son sus puntos fuertes y los aspectos en los que pueden mejorar? Por segunda vez nos acercamos al restaurante para probar ese menú elaborado enteramente por estos alumnos que ahora están dando el salto a los restaurantes del país.
En esta ocasión, nos agrada especialmente la regularidad de las propuestas y su decidida apuesta por interactuar con el comensal y buscar su sorpresa. No solo se ha trabajado cada bocado a nivel gustativo, sino también a nivel visual.
Otro aspecto interesante es la apuesta por dar protagonismo a los ingredientes que integran nuestra despensa (mató, papada, erizo de mar, cresta de gallo, pies de cerdo, berenjena), moderando mucho los elementos exóticos o las influencias de otras cocinas. Además, atentos a las tendencias culinarias, los jóvenes buscan raciones contenidas y contextos lúdicos, intentando no sobrecargar los platos con elementos supérfluos.
Tras un notable menú, queda constatar que las generaciones que llegan no solo atesoran una fuerte pasión culinaria sino que también han aprendido a aplicar una reflexión sobre aquello que están cocinando, atentos a las tendencias que están aflorando en los grandes restaurantes.